miércoles, 12 de septiembre de 2018

Lágrimas 06: Preocupaciones




Ha pasado ya unas dos, tres semanas desde mi secuestro. Me han trasladado a otro cuarto. En éste, sólo hay una cama y un buró; el baño no existe, por lo que mis necesidades las hago en una esquina. No es la mejor situación, pero algo es algo. Sin embargo, me angustia que, con todos esos abusos sexuales, no me dan de comer más allá de un pan en las mañanas y a veces sólo agua en las noches. El Rolas siempre me dice que lo que gane yo en los prostíbulos se lo debo dar a él ya que mis ganancias es mi manera de pagar yo la renta de la “bella habitación” en la que me hospedo.



De igual forma, me angustia que mi cuerpo se va debilitando con el pasar de los días. No dudo que ya haya tenido una grave enfermedad de transmisión sexual. Mi parte baja me pica tanto que hay veces que me duele al orinar. Sumado a ello, mis fuerzas para moverme disminuyen; mi cuerpo ha enflaquecido tanto que ya siento en mis huesos la muerte.


El Greñas y el Az de vez en cuando me llevan a un especie de baño en el que me lavo lo mejor que puedo. Además a ellos les comento mis problemas de salud. Ellos a veces oyen algunos de ellos, por consiguiente, hacen traer a un médico. Éste sólo receta una medicina que jamás llega, pues, en palabras del Burro, “no merezco el medicamento ya que a duras penas alcanza para pagar mi estadía en el cuarto”.


La enfermedad, la falta de alimento, de agua, de libertad me han dejado sin ganas de vivir. No soy muy religiosa, pero le ruego a Dios que hoy pase ya por mí porque no tolero más este dolor que poco a poco me va haciendo perder la razón. Hay días que veo luces enfrente de mí y me desmayo; en otras ocasiones me hiperventilo y de nuevo me desmayo.


Tantas congojas, pesares, han hecho que ya no crea en la salvación. Ignoro el gran sufrimiento de mis seres queridos que tal vez ya se han cansado de buscarme. Ya mejor que me den por muerta y busquen en los terrenos baldíos o, incluso, en fosas clandestinas porque de seguro pronto terminaré por ahí. Mi cuerpo pintado con moretones, cicatrices, inflamaciones mostrará el desenlace de mi castigo injusto.


Además, ni siquiera ya no me importa llorar cuando alguien me pega por no gemir lo suficiente. Ya es tan normal que reciba una golpiza por no cumplir expectativas que no entiendo. Más aún no comprendo cómo hay policías que hoy me han visitado para decirme “te pareces a…” y se van riendo después de haberme cogido.


Por ahora, esperaré con ansias el pan y las uvas que me prometieron el Az y el Greñas en la tarde. Ellos, al menos, han tratado de darme una buena vida si se le puede llamar así a estar encerrada en un cuarto que, a parte de lo mencionado, no tiene luz porque las ventanas están tapadas con maderas. Lo único que sé, por cierto, del exterior es cuando el Az o el Greñas comentan que la gente hace presión en las redes para encontrar a una desaparecida más. En esos momentos, me da un poco de esperanzas seguir viviendo, pero éstas se van cuando me quedo sola en la penumbra. Mis ojos ya sólo ven el final de mi vida.


Aunque no lo muestran mis acciones, cuando muera espero que mi alma se encierre en este cuarto para torturar a todo violador, corrupto policía, malhechor, que pretenda darse placer con una inocente. Tal vez si me vuelvo fantasma tome la fuerza, la ira, la crueldad de Alessa de Silent Hill para llevar a cabo lo ya dicho. Seré la Alessa de este recinto, al cual maldeciré. Lo llevaré hasta el más terrible círculo infernal...


¿Qué hice para caer en este mundo inmundo?, ¿por qué mis padres deben recibir angustias por mi culpa?, ¿por qué las mujeres y hombres buenos se llevan lo peor?, ¿hoy será mi último día?, ¿qué dice la policía de mi desaparición?, ¿qué número de víctima soy?, ¿acaso soy la 2 mil 400?, ¿la 4 mil 200? Bueno, ya me voy a dormir y que la Muerte venga hoy por mí...

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